A veces parece que las cosas suceden por casualidad, que las ideas vienen de golpe sin haber pensado antes en ellas, aparecen en nuestra cabeza como una epifanía.
Voy a hablar de la serie Girlboss, una chica que monta una tienda online para vender ropa vintage en San Francisco, ya hablaremos en otro post sobre otras series tecnológicas como Mr. Robot o Silicon Valley, hoy hablaremos sobre como se ve el tema de emprender desde la perspectiva de una chica de veintitantos.
La chica vive sin sus padres y por tanto tiene necesidades económicas, entra en una tienda de ropa de segunda mano y compra una chaqueta de los años 70, regatea y la compra a cambio de 9 € y un consejo, luego como necesita dinero la pone en venta en ebay, en modo subasta y lo vende por cerca de 700 €, y aquí está la epifanía, que fácil es ganar dinero, y decide que eso será su forma de trabajar para el resto de su vida.
Hasta ahí todo normal, ves una oportunidad y la aprovechas, aunque resulte realmente increíble que así por las buenas compres y vendas por esos precios, pero la pregunta es, ¿cuántas veces voy a poder hacer una operación como esta?  visto así parece tan fácil, pero para saber si tendrá éxito hay que hacer lo mismo más veces.
El primer problema que se planta para las sucesivas veces es encontrar el producto a vender, no siempre se encuentran cazadoras tan atractivas por tan poco dinero y desde luego no siempre se encuentran clientes dispuestos a pagar semejante cifra por un producto de segunda mano.
Por tanto, la idea debe ir un paso más allá, no solo basta con encontrar el producto, sino que hay que encontrarlo muchas veces, lo cual no es siempre fácil, aunque de esta parte nos ocuparemos más profundamente más adelante en un post sobre específico sobre proveedores.
Por tanto, la idea puede surgir por una experiencia personal, una circunstancia particular o un hecho aislado, pero por norma la idea debería surgir de la reflexión, ya que no solamente importa la idea en sí, sino que debe hay que pensar en cómo se ejecuta, en todo lo necesario para llevarla por el buen camino y eso no se improvisa.
Hay que analizar cada apunto por separado, como los proveedores o fabricantes, instalaciones para ejercer la actividad, medios digitales necesarios, asuntos legales, de licencias o permisos, financiación, empleados, y muchos temas más que voy a iremos desgranado en las próximas entradas.
Cuando una idea surge, da la impresión de que tenemos un tesoro, algo que solo nosotros vemos y que permanece oculto para el resto de los mortales, algo que nos va a sacar del anonimato y nos va a hacer ricos y celebre para siempre.
Es entonces cuando comienzan las dudas de si debemos comentarlo con el entorno, no vaya a ser que nos vayan a copiar la idea, viéndonos a nosotros mismos como los hermanos Winklevoss, atacados por nuestros conocidos, convertidos en el malvado Zuckerberg, dispuestos a robarnos lo que es nuestro.
Para cualquiera que en algún momento se haya planteado de forma seria emprender un proyecto, estas últimas palabras les resultarán cuanto menos llamativas, ya que, sin restarle importancia el tema de la idea, lo realmente importante es todo lo que envuelve esa idea y es necesario para ponerla en práctica.
Así hablaremos del esfuerzo como un tema fundamental para emprender un proyecto y eso ya de entrada no es algo que todo es mundo esté dispuesto a hacer, luego está el talento, se tiene o no se tiene y siendo bastante objetivo, está claro que no es algo que abunde por doquier, si sumamos la inversión económica, la disponibilidad y el tiempo necesario para poner en práctica cualquier idea, los socios, la familia y nuestra situación personal, llegaremos a la conclusión de que no va a ser fácil que en nuestro entorno quieran copiarnos.
Es más, podríamos llegar un poco más lejos y me atrevería a decir que va a ser difícil que nadie, exceptuando a familiares cercanos, dedique más de dos minutos a escuchar nuestra idea con interés, pienso que estamos más cerca de esa frase tan manida “me entra por un oído y me sale por el otro”.
Llegados a este punto podemos sacar alguna conclusión, por ejemplo, que no solo no nos van a copiar nuestra idea, sino que la vamos a tener que desarrollar completamente solos, porque cualquier opinión sobre ella vendría de la primera impronta, sin ninguna reflexión y por tanto carente de todo valor para sacar algo de luz sobre si vamos o no por el buen camino.
Cuestión distinta es la de las aceleradoras, incubadoras y demás parásitos de las ideas, ese sí es un lugar de peligro para el emprendedor, ya que bajo esa piel de cordero que muestran con el emprendedor, sobre todo cuando es joven e inexperto, se encuentran auténticos depredadores de la inteligencia ajena, dispuestos a ser los salvadores, los ángeles de la guarda  en ese camino tan arduo como el de emprender, todo ellos maquillado por un altruismos digo de la Madre Teresa de Calcuta, pero que te van a dejar en paños menores en cuanto se presente al primera ocasión, aunque también sobre este tema hablaremos más profundamente en otro post.